Nada interesante
Para Lengua
18 de marzo de 2020
Todos los días, sea fin de semana o no, mi rutina es igual: Me levanto a las 7:45, me ducho, preparo mi desayuno y me entra una sensación de felicidad al darme cuenta de que no, hoy tampoco, tendré que ir al colegio. Esa es la única diferencia.
En mi casa realmente no pasa nada interesante. Hace un año éramos cuatro personas pero ahora estoy solo con mi padre. Mi hermana está estudiando fuera y mi madre se fue a Grecia para hacer un proyecto y ahí se ha quedado, atrapada.
La mayoría de días no lectivos yo solo salía para no quedarme en casa todo el día, porque no está bien visto. Ahora, que se considera responsabilidad social quedarse sin salir, estoy gozándolo. Mi padre me ha dicho de que está bastante seguro que nunca en sus cincuenta años se había quedado dentro de su casa si no estaba horriblemente malo, pero él tampoco tiene problema con el confinamiento. El primer día se sentía incómodo porque no había hecho ejercicio (sí, es ese tipo de persona) pero puede hacerlo en casa sin problemas. Lo más increíble es que cómo le veo, ante todo prognóstico, yo también estoy haciendo ejercicio.
También estoy volviendo a aprender a tocar la guitarra, que la abandoné hace años, pero cómo actualmente tengo mucha más ilusión por la música, lo he decidido reintentar. Es fácil que la ilusión se deshaga cuando tocas mal el instrumento, pero mi padre ha decidido aprender el clarinete; en el clarinete es muy difícil hacer que el sonido salga bien, por lo que suena miles de veces peor que yo; que hace, incidentalmente, que me sienta mejor.
Yo no hablo, e inicio menos aún conversaciones, que hace que durante la mayor parte del día parezca que yo y mi padre estamos en dos casas distintas. Hablamos cuando decidimos que hacer de comer, que consiste en su mayoría de elegir qué combinación de verduras pondremos en el horno. Ayer fueron berenjenas, patatas y pimientos. Parece una tontería, pero es una de las maneras más consistentes y eficientes de hacer cómida saludable y, de verdad, muy rica. En la hora de comer hablamos, pero cómo no pasa nada interesante, tampoco tenemos tanto de lo que hablar.
Al final yo estoy en una burbuja que me he creado. Estoy metido en un estado donde me concentro tanto en lo que hago de una manera que casi trasciendo el mundo física, y cómo no hay que salir, no me importa tanto dejar este plano de la realidad. Hago contacto ocasionalmente con mi familiares y amigos, pero de una manera superficial. Aunque suene mal, uno de los mejores días fue cuando se me olvidó abrir Discord, que es por donde solemos hablar.
Pero no exageremos: no me caen mal mis amigos ni nada por el estilo. De hecho quiero que se acabe este periodo de cuarentena para verles: a mi amigos y, sorprendentemente, aún más a la gente con la que no me hablo. Quiero ver que el mundo real aún existe. Son efectivamente momentos interesantes.